Sabado 23 de marzo. Sanlucar de barrameda.21,00h
Descansamos en
el aparcamiento junto a la playa con unas veinte autocaravanas más. (36º47’.059N;-6º21’.511)
y escuchamos Celtic Woman. Relajante.
Ayer dejamos
atrás Boadilla y bajo un cielo gris
plomizo y con lluvia intermitente hicimos nuestro camino hacia el sur buscando
un sol que este invierno se había hecho desear. Tras varios intentos
infructuosos para contactar con nuestra amiga Clara con quien preparé el viaje
a Irlanda y a quien conocimos en esa mágica isla, decidimos pasar de
Almendralejo y continuar hasta la cercana área de Zafra, situada en el centro
de la localidad.
Una vez allí,
y aparcados junto con una media docena de autocaravanas más, dimos un breve
paseo para estirar las piernas y las patitas de nuestra compañera peluda. Y ya
noté que mi pierna aún me dolía, y que, además, se iba sobrecargando con el
tiempo. Me preocupaba no poder seguir el ritmo que me había impuesto estos días.
Me caí en la calle –qué estupidez, como siempre ocurren estas cosas- al
resbalarme en la acera mojada. Todo mi peso cayó de golpe sobre la pierna
izquierda doblada. El dolor fue intenso y me impedía andar pero a juicio
médico, al parecer solo tenía una
distensión muscular y la ecografía no mostraba nada…lesión que veinte
días después seguía dando guerra.
Tras una noche
tranquila, dejamos el área de Zafra alrededor de las 9 de la mañana, lloviendo,
lo que sería premonitorio de lo que iba a ser el día de hoy: pasado por agua.
Los pantalones, zapatos y calcetines se secan ahora en el baño.
Hemos
circulado por la autovía de la plata hasta Sevilla. Deliciosa carretera que
transcurre entre encinares alfombrados de verde y florecillas amarillas que
rompen la monotonía. Lluvia, y más lluvia. Pero el aire estaba limpio y las
nubes plomizas se mezclaban con los nubarrones blancos desplazados por el
viento. Algunas parecían parapetarse sobre las lomas de las montañas,
descansado sobre ellas. No parecía que estuviéramos en Extremadura y luego en
Andalucía.
Dejamos atrás Sevilla
para poner rumbo hacia lo que sería nuestro primer destino de hoy: Jerez de la Frontera a donde llegamos
alrededor de las 11,30. Había localizado a través del google earth el
aparcamiento del Mercadona y en una calle cercana, en zona azul, dejamos la
autocaravana con nuestra compañera Tula dentro ya que la persistente lluvia la
impidió acompañarnos, para dirigirnos
hacia el centro de la ciudad. Bajo una fina capa de agua y tratando de memorizar el
laberinto de callejuelas por las que nos movíamos, llegamos al mercado de abastos. Me sorprendió
ver vender caracoles, pero sobre todo cardillos, los mismos que recogía con mi
padre cuando era una niña y que aún sigo degustando cuando me los trae, por que la vida me regala aún con su compañía y amor. Aquí los venden ya pelados y cortados, e incluso en
bolsas de plástico, listos ya para hervir.
Dejamos atrás este mercado para encaminarnos hacia la catedral. El agua insiste en caer y nos ha acompañado hasta las mismas puertas de ésta. A su entrada una taquilla. Parece que se ha vuelto habitual ya que también nos ocurriría en la catedral de Cádiz. Hemos visitado este hermoso e imponente edificio del XVIII que mezcla con naturalidad los elementos barrocos de las torres y portadas con otros góticos
como las bóvedas y arbotantes y admirado sus pasos preparados para procesionar.
Al salir una cortina de agua nos esperaba. Sorprende su exterior, pero sobre todo la catarata de agua que cae por sus gárgolas que demuestran que después de tres siglos su funcionamiento es casi perfecto y no he podido resistirme a fotografiarla pese a empaparme al hacerlo.
El agua desciende
en cascada por las escaleras de la catedral y también por las que dan acceso al
alcázar del XII a donde nos
dirigidos.
Y aquí hemos disfrutado con la pequeña, sencilla y hermosa mezquita sin apenas ornamentación como era las construidas por los primeros almohades; del molino de trigo, en perfecto funcionamiento y una impresionante almazara muy bien conservada.
Después hemos
entrado en el palacio para subir a la planta superior a visitar la farmacia del siglo XIX. Sorprendente y hermosa.
La linterna, debido al día lluvioso, no se podía visitar.
De aquí hemos cruzado los jardines, para hacer una breve visita a la muralla, donde hemos descubierto una bonita noria. Pero sobre todo hemos disfrutado de unos baños árabes del siglo XII, construidos según el modelo romano; quizás, y a mi juicio, de lo más destacable por su tamaño, sencillez y estado de conservación y a los que dedicamos la mayor parte del tiempo.
De aquí hemos cruzado los jardines, para hacer una breve visita a la muralla, donde hemos descubierto una bonita noria. Pero sobre todo hemos disfrutado de unos baños árabes del siglo XII, construidos según el modelo romano; quizás, y a mi juicio, de lo más destacable por su tamaño, sencillez y estado de conservación y a los que dedicamos la mayor parte del tiempo.
Sin que la lluvia nos diera tregua, nos hemos encaminado
hacia la iglesia de San Miguel que encontramos
abierta pese a ser sábado por que acababa de celebrarse un bautizo.
Impresionante fachada principal que data
del XV, hermoso interior y retablo renacentista que apenas pudimos admirar ya
que nos apagaron las luces cuando todos los invitados marchaban.
Emprendimos después
el regreso a la autocaravana bajo una persistente lluvia que ha conseguido
mojar el anorak y nuestros pantalones, hasta la rodilla, haciendo incluso que
se me pegaran a la pantorrilla lo que hacía que el paseo se hiciera un poco más
“penoso”, aunque seguimos disfrutando en la medida en que la lluvia nos dejaba,
de este hermoso casco cargado de historia.
Cuando
llegamos, sospechamos que la alarma no ha funcionado y tras hacer un par de
maniobras comprobamos que, efectivamente NO
funciona la sirena. Vamos, estamos sin alarma, aunque afortunadamente los
cacos no lo saben.
A las 14,10
ponemos rumbo a la Cartuja que encontramos curiosamente cerrada.
Aunque debería estar abierta, parece ser que en semana santa esta buena gente
(monjitas, para ser más exactos) es un
tanto anárquica y abren y cierran cuando quieren ocasionando más que una
decepción entre aquellos que nos hemos acercado a visitarla atraídos por lo que
hemos leído sobre ella. Y fuimos varios.
Aprovechamos
el aparcamiento para comer y poner rumbo a nuestro destino final de hoy:
Sanlucar de Barrameda donde pasaríamos la noche. Pero antes, iríamos dando un
rodeo por Trebujena, localidad que
atravesamos y dejamos atrás para introducirnos por una pequeña carretera en el
espacio natural de Doñana. Circulamos por grandes extensiones pintadas de verde
por una lluviosa primavera y en un momento determinado nos dimos casi de frente
con el Guadalquivir. La estrecha carretera se eleva y comienza a circular por
una llanura que deja a nuestra derecha el río y a nuestra izquierda marisma.
Estamos
prácticamente solos por un lugar de una hermosa y salvaje belleza . Paramos
cada escasos metros para deleitarnos con la vida que nos rodea: aves de
distintas especies aparecen a nuestra derecha e izquierda, cruzan la carretera,
están en los postes, nadan, vuelan...es impresionante. Parece que la vida haya
estallado de pronto. Entre otras especies podemos observar un buho campero, que
serio y subido en un poste a escasos metros del suelo, otea el busca de
alimento, un focha que asustada sólo sabe correr delante de nosotros, cigüeñuelas,
cormoranes, somormujos, ánades reales, garzas reales, porrones, flamencos,
zarapitos, garcillas boyeras, garzas blancas y unas aves que en principio no
somos capaces de identificar y que es la primera vez que vemos, los “moritos”,
así como una espátula, que también es la primera vez que podemos contemplar en
libertad aunque sí es fácilmente identificable. Varias rapaces se alinean -y
esto es literal- en los postes de la luz, y contamos hasta seis garzas reales
en la copa de un pino piñonero.
Espectacular el trayecto, que aunque breve y acompañados en todo momento por la lluvia, resulta muy intenso. Luego la carretera desaparece para convertirse en un camino lleno de agujeros que sorteamos con dificultad dejando el Guadalquivir a nuestras espalda.. La belleza de este sitio, unido a la soledad, lo ha hecho absolutamente especial y creo que lo hemos sabido saborear.
Habíamos salido de
Ya en Sanlúcar
encontramos el area sin dificultad aunque había con un grupo de autocaravanas
que rodean una enorme charca que casi es
una laguna. Parece que ha llovido tanto que el terreno es ya incapaz de
absorber más agua. Es espaciosa y cercana a la playa. ( N 36º 47' 3'' /O 6º 21' 31''O).
Pese a la hora, decidimos dar un paseo por la ciudad. En poco tiempo estábamos en el corazón del barrio de Guia, entre tabernas y callejuelas que olían a fritos que despertaban el apetito. De aquí subimos al barrio alto, hasta el castillo por calles ahora más “abiertas” disfrutando de otra parte de esta ciudad que la añadía encanto. Un grupo de niños pone una nota de alegría en mi algo cansado espíritu cuando se dirigen a mí como "chiquilla". No puedo por menos que responder con una enorme sonrisa en mi rostro y sintiéndome como si tuviera 20 ó 30 años menos.
Lástima que no pudiera responderles adecuadamente a su
pregunta por mi ignorancia. Con el “espíritu alegre” y ligero descendimos hacia
el Barrio de Guia para darnos un merecido descanso en un barecillo disfrutando
sentados en una plaza de unas deliciosas tortillas de camarones con unas cervezas. Pero el descanso duró poco,
ya que al oir la música de procesión, salté de mi silla para hacerme un hueco
entre la masa humana que se congregaba a lo largo de la calle para contemplar
el paso de un cristo.
Ahora ya sí
que tocaba el regreso y me doy cuenta de que… ¡esta tarde NO HA LLOVIDO!! A ver
si con suerte el agua que ha conseguido
empaparnos esta mañana en Jerez es la que tenía que caer en estos días.
Santic petri, domingo 24 de marzo. 21,30.
No sé donde
estamos. Debe ser en algún punto de una urbanización en Sancti Petri.
Desesperados hemos acabado aquí después de hacer varios intentos para
encontrar un lugar adecuado para pernoctar que han comenzado en El Puerto de
Santa María Los aparcamientos de El
Puerto no nos han resultado atractivos, a parte de ser de pago, así que
siguiendo los consejos de unos surferos, nos hemos dirigido a la playa de la Cortadura en Cádiz
capital, que como era de esperar, no la hemos encontrado a la primera. Así,
tras cruzar todo Cádiz hasta el casco
antiguo, preguntar, y volver a bajar, la
hallamos pero…estaba junto a la misma autovía y sin nadie que nos hiciera
compañía. Demasiado ruidosa y poco atractiva para pasar una noche tranquila.
Así que pese a la hora (las 19,30), pusimos rumbo a
Chiclana de la que distábamos 30
km . Pero....no hemos podido encontrar un punto de la
playa de la Barrosa
que tenía localizado por el google earth ya que el acceso estaba cortado,
supongo que por las procesiones, y el navegador ha sido incapaz de encontrar
una alternativa reiterando una y otra vez que diéramos la vuelta.
Resignados,
hemos puesto rumbo a esta playa, pero el camino se ha hecho eterno y la noche
nos ha ido envolviendo hasta cubrirnos, por lo que decidimos seguir la primera señal que nos dirigía hacia la
playa de Sancti Petri, que también, quizás engañados ya por la oscuridad de la
noche, no hemos sido capaces de encontrar. Llegados a este punto hemos decidido
buscar un lugar tranquilo en alguna de estas calles de una urbanización de
chalets…no sabemos dónde.
Y viene a mi
memoria la primera noche, en Zafra, la situación estupenda del area, la
compañía de otras autocaravanas, luego la de Sanlúcar…lo que contrasta
vivamente con esta noche de locos, tanto, que ahora mismo me cuesta trabajo
pensar que mañana debería deshacer 38 km para regresar a Cadiz a visitar la ciudad,
buscar, en primer lugar, donde aparcar la autocaravana para luego, volver a
rehacer estos 38 kilómetros….me enojo y retroalimento mi enfado pensando que no
voy a volver, que no quiero regresar a donde no quieren saber nada de nosotros,
a donde no se nos facilita nada, pero enseguida estos pensamientos son
sustituidos por el impulso de regresar a
pisar las calles que hace 36 años contemplaron mis ojos cuando tenía tan solo
16. Mucho ha llovido y ha ocurrido desde entonces.
Pero vuelvo al
comienzo del día, mejor a la noche anterior, ya que a eso de la 1 de la mañana
los vecinos de la autocaravana de al lado -que a parte de ponerse pegaditos a
nosotros habiendo espacio suficiente para que corriera el aire, cumpliendo, una
vez más “la Ley
del barco anclado”-, nos han hecho saltar de la cama por los gritos que daban
hablando con otros. Los años me deben de hacer cascarrabias. Antes, cuando veía
una autocaravana, me acercaba y trataba de iniciar una conversación que casi
siempre resultaba muy agradable, descubriendo que compartíamos muchas cosas. Pero
ahora, desconfío de lo que me vaya a encontrar. Quizás somos demasiados…y por
tanto, hay más gente para todo. Y es que a nosotros, ni desde lejos, se nos ocurre
hablar a gritos a la 1 de la mañana...Y recuerdo ahora la mañana de Zafra en la que Angel estuvo charlando con un vecino
que paseaba a su perro. Me contó que dejó una bonita muestra de sus heces en
medio del area. ¡qué considerado! A ver si a alguien pisarla le traía buena
suerte.
Dejo mis reflexiones negativas. Durante la noche pasada ha seguido cayendo mucha agua, y en algunos momentos de forma intensa. Pero para mi sorpresa, la mañana nos ha saludado con un sol radiante. Teníamos una reserva hecha para remontar el río Guadalquivir en el buque Real Fernando pero hasta las 10,00h no partíamos así que nos hemos tomado el desayuno y estas primeras horas de la mañana con mucha tranquilidad, para sobre las 9,30, dirigirnos a la “fábrica de hielo”.
El Real Fernando es un viejo y encantador
barco que remonta el Guadalguivir haciendo dos paradas, una en las salinas, en
lo que es parque natural, y otra en el poblado de la plancha, en el propio
parque. La excursión dura un poco más de 3 horas y cuesta unos 17 euros por
persona.
A las 10 en
punto ha partido el barco con muy pocos pasajeros, unos quince, la mitad del
país y el resto de otras nacionalidades. A lo largo del trayecto una guía nos
va introduciendo en el mágico mundo del parque y nos va descubriendo las
distintas especies de aves que vamos viendo en las riberas del río. Nuestro
buque se desliza suavemente remontando las turbias aguas del Guadalquivir
mientras disfrutamos de las siluetas de las garzas reales, posadas a lo largo
de la ribera, del vuelo de los milanos, de las garcetas, moritos, flamencos,…y hasta tengo la suerte de
contemplar el vuelo de lo que nuestra guía identifica como un águila culebrera,
rara de ver.
Nos cuentan
que después de la declaración de Parque Natural permitieron que siguieran
viviendo pero con unas condiciones difíciles como eran, entre otras, que las
tenían que mantener en perfecto estado de habitabilidad no pudiéndose vender,
aunque sí heredar de padres a hijos. En la actualidad se encuentran habitados
dos ranchos, y únicamente en verano. El acceso es a través del barco o andando
durante 5 kilómetros .
Por unas
pasarelas nos desplazamos desde el poblado a una zona con unos “hites” que se
asoman a una llanura, espléndida ahora, salpicada de agua y pintada de color
verde roto por los colores de tímidas florecillas. Y nos sorprende un jabalí que
placidamente disfruta del sol y de su abundante comida. Y es que las marismas
están…espectaculares.
Disciplinadamente
el grupo regresa al barco, donde Angel decide quedarse en una sala donde
proyectan un documental sobre el parque y yo, seguir disfrutando en cubierta de
este extraordinario y tranquilo paseo de regreso Guadalquivir abajo hasta que
llegamos de nuevo a lo que había sido nuestro punto de partida..
Una vez en la
autocaravana, dimos un paseo junto a la playa con nuestra amiga peluda, para que
estirara sus patitas mientras que nos
acercábamos a buscar un bar en el que nos habían dicho que había wi-fi. Y es
que necesitaba “conectarme” para poder renovar el “WhatsApp”, pero la suerte no
nos acompaña.
Buscamos la
“zona de servicios para autocaravanas”
recientemente inaugurada gracias a las gestiones de un forero de acpasion
vecino de la localidad y que está
situada donde hemos pernoctado.Y efectivamente, la encontramos. Todo muy
discreto y soterrado, tanto los desagües como la toma de agua, pero bien señalizado y accesible. Gracias a este forero, en nuestro nombre y en
el de todos los que la utilizarán en un futuro. Gracias a ellos nuestros viajes
y desplazamientos se hacen mucho más fáciles y agradables.
Ponemos ahora
rumbo a Chipiona al centro de interpretacion de “El Camaleón” a donde llegamos
a la hora de comer. Sitio tranquilo y con una fuente. Descansamos y decidimos
acercarnos a ver los famosos “corrales” unos cercados hechos en la playa por
los pescadores en los que los peces quedaban atrapados cuando la marea bajaba.
Pero a pocos metros de iniciar nuestro camino sobre la pasarela comenzó a
llover intensamente, tanto que pese a llevar un paraguas terminé calada
mientras corríamos en busca de un refugio. Cuando escampó, seguimos por la
pasarela dejando el centro de interpretación a nuestra derecha hasta desembocar
en la playa. Y la suerte hizo que la marea estuviera baja y por tanto pudiéramos
disfrutar de la vista de los famosos “corrales”.
Rumbo ahora a
El Puerto de Santa María punto emblemático de nuestro recorrido. Y es que allí,
hace 36 años conocí al que es ahora mi marido y el padre de mis dos
maravillosos hijos, pero sobre todo y desde entonces, es mi compañero y mi
Amigo. Yo tenía tan solo 16 magníficos años y él 21. Aunque todo lo veía muy
lejano en el tiempo, me hacia cierta ilusión regresar a aquellos escenarios
donde nuestra historia, sin saberlo nosotros, se inició. Pero cuando llegamos,
perdidos por las calles de urbanizaciones y resultándonos todo desconocido, lo
primero que afirmó Angel fue: “yo no he estado aquí nunca”.Y me sumé sin
ninguna duda a esta sentencia. Así de real y de triste. Poco o nada pudimos
reconocer exceptuando los pinos o zona de pinar a donde daba la casa en donde
nos alojábamos. Lo demás había desparecido enterrado por el dinero.
Urbanizaciones con chalet elegantes se extendían por toda la zona. Nada era reconocible.
Desembocamos en
una playa cerca del puerto deportivo y preguntamos a unos surferos por la
posibilidad de pernoctar allí, pero nos lo desaconsejaron enviándonos Cádiz a
la playa de La Cortadura.
Atravesamos la
ciudad y por la zona vieja creímos reconocer retazos de lo que fue 36 años
atrás. De nuevo me embargó la tristeza…Todo lo que habíamos conocido no existía
ya. Tan sólo nos quedaban los recuerdos y no muy nítidos, aunque éstos estaban
en la playa, y en unos cangrejos que entonces, y con la marea baja, corrían por
la arena para esconderse entre las piedras desperdigadas mientras que yo
señalaba con mi dedo amenazador a aquellos que quería que Angel me cogiera y
que cuidadosamente fue introduciendo en una bolsa de plástico. Después no
recuerdo lo que fue de ellos, tan solo que los puse en el suelo de mi
dormitorio saliéndose de la bolsa y causando el pánico entre mis compañeras al desperdigarse por la habitación. Ese fue el principio de una
historia que todavía perdura, y ha pasado ya más tiempo que el que he vivido en
total. Casi toda una vida….junto a él y como me dijo una vez: …”y junto a ti se
me ha pasado en un suspiro…”
Y pusimos
rumbo a Cádiz siguiendo el consejo que nos habían dado para llegar…a donde
estamos ahora, enojados, cansados y envueltos ya por la oscuridad de la noche
Lunes, 25 de marzo, Vejer de la Frontera.
Pza. del Ayuntamiento (Cádiz) |
Catedral |
Entramos en la catedral con intención de visitarla, pero el precio y las consideraciones que hicimos al respecto nos disuadieron de hacerlo, así que, ya bajo una fina capa de agua (“cala-bobos”) que resultó ser de lo más persistente, pusimos proa hacia el parque genovés escoltados siempre por el mar que dejamos a nuestra izquierda. El recorrido se me hizo largo e incluso podría calificarlo de “penoso”: algo aburrido, con lluvia, a la que se sumó el aire, y con un molesto dolor en mi pierna. Solo la visión de un gigantesco ficus que refrescó nuestra memoria regresándonos bastantes años atrás, y acercarnos a la playa cercana a este parque, nos sacó durante unos instantes de la monotonía de este largo paseo. Hasta que llegamos. Y aquí tengo que confesar que me falló, y mucho, la memoria porque esta vez me resultó…¿minimalista?. Y es que no lo recordaba tan pequeño. Sinceramente, el paseo hasta allí no mereció la pena.
Desde aquí, al otro extremo de la ciudad, decidimos regresar
atravesando por sus callejuelas hasta
llegar de nuevo a la catedral. Y mientras recorríamos sus calles dejó de
llover. Entonces la ciudad pareció transformarse súbitamente cobrando vida ya
que los gaditanos se echaron a la calle llenándola de vida con su ir y venir y
su animada charla. Transitamos por
plazas y callejas, paramos en el mercado para comprar fresas, y visitamos algún
que otro comercio para comprar regalos.
Ya en la plaza de la catedral recordé que deberíamos visitar el
“Oratorio de la Santa Cueva ”.
¿en qué estaría yo pensando?...quizás en que me dolía la pierna; y esto me
llevó a pensar que este viaje no lo tenía tan bien preparado como otros
anteriores. Pero tampoco era tan culpable ya que había dedicado la mayor parte
del tiempo a planificar una ruta por el norte, desde Ribadeo a Gijón y tan solo
una semana antes y por las malas previsiones meteorológicas, decidí cambiarlo
por una ruta por el sur, con lo que había hecho lo que había podido. Pero aún
así, tenía la extraña sensación de que podría haberlo preparado mejor y que
posiblemente algo más había cambiado en mí y que quizás esto obedecía a quería
dejar un mayor espacio a la improvisación o sólo era…cansancio.
Fuera por lo que fuera el resultado era claro y su consecuencia
más inmediata fue tener que regresar sobre nuestros pasos. Y por su supuesto con
mi pierna dolorida. Atravesando callejuelas ahora ya cuajadas de gente,
llegamos a nuestro destino pero…en nuestro país los lunes no hay visitas
culturales ya que se cierra todo por descanso así que de regreso de nuevo y
rumbo a la catedral vieja…Y más de lo mismo: cerrado por lunes. Más cabreada
que una mona me decía a mi misma que lo único que había sacado de la ciudad era
un largo, costoso, húmedo y soso paseo hacia un parque minúsculo, la frustrada
visita a la catedral y, eso sí, callejear, y esto último confieso que quizás
era lo que más me había gustado y lo que más me gusta para tomar el pulso a las
ciudades pero quizás llevaba encima una considerable paliza debido a que mi
estado físico no era nada aceptable.
Después de comprar algunos dulces para nosotros y los chicos, regresamos a la autocaravana para poner rumbo de nuevo a Chiclana, en concreto a
El sitio...espectacular. Se trata de una pequeña explanada elevada que se asomada al mar y un pequeño sendero de escasos metros que desemboca en una hermosa playa. Después de lo pasado, costó decirlo pero el sitio era PERFECTO. Así que disfrutamos de una deliciosa comida con unas vistas sobre el atlántico inmejorables, que ya quisieran muchos restaurantes. Solo faltaba la presencia del sol para romper la monotonía cromática del mar que ahora, bajo un cielo gris, reflejaba también este color.
Tras darme un merecido descanso bajamos a la playa. Las doradas
arenas se extendían a nuestros pies alargándose a derecha e
izquierda hasta que nuestra vista se perdía. Las olas venían a morir cargadas
de una espuma blanca que una vez depositada sobre la orilla, corría juguetona
desplazándose al capricho del viento. Esto nos llamó la atención pero nos
dijeron que en los días de mucho viento esto era algo natural y normal. Pese a las molestias e incluso dolor de mi
pierna, disfrutamos de un tranquilo paseo por la playa acompañados por el vuelo
de parapentes que se lanzaban desde la parte mas alta del pequeño acantilado de
la playa aprovechando las corrientes de aire creadas.
Y ahora rumbo a Conil y deteniéndonos antes en tres de las “cinco calas” que se encuentran
desperdigadas a lo largo de esta costa. La primera de ellas la encontramos
junto al aparcamiento de un hotel y las
otras dos a lo largo de la carretera en donde había estacionamientos
habilitados. Una senda que discurre por encima del acantilado une estas calas. Y
todas son a cual más hermosa: pequeñas, recogidas, de arenas doradas y lamidas
suavemente por el ir y venir de las olas que con su ritmo pausado y casi
monótono consiguen aislarnos del exterior. Para Angel además tenía un interés geológico
adicional ya que el acantilado se había desmoronado sobre la playa y enormes pedazos de conglomerados de arena
con conchas de ostras se amontonaban en las calas.
Sobrepasamos el faro y alrededor de las 17,30 llegamos a Conil con
la intención de buscar un sitio donde pasar la noche. Paramos a repostar en la
gasolinera de Repsol de la localidad y cuando pregunté por un sitio donde poder
pasar la noche su respuesta no se hizo esperar: estaba prohibido acampar ante
lo que yo manifesté que yo no acampaba, que estacionaba a lo que de manera muy cortante
respondió que también estaba prohibido
estacionar, que yo vería y tras echarme una última mirada continuó con su
trabajo como si de pronto me hubiera vuelto invisible. Lástima de los 60
eurazos que me había dejado y no me arrepentí de no haber llenado el depósito
por completo .
Nos dispusimos a buscar un sitio y nos acercamos a la playa. Pero
cual fue nuestra sorpresa al ver en el aparcamiento una enorme cartel que
prohibía el “ESTACIONAMIENTO a
caravanas, autocaravanas y similares en TODO el termino municipal”. ¿Estacionamiento? ¿y no puedo ni parar a
comprar pan? ¿Y donde me han habilitado un lugar, según estipula el Reglamento
General de Circulación?...Me agoto con estas luchas, y eso que ya hemos
conseguido cosas…
Nos sacudimos el polvo y dejamos esta ciudad donde no quería saber
nada de nosotros para continuar nuestro camino. Pero encontramos más de lo mismo. Todo este litoral estaba lleno
de prohibiciones de estacionamiento a autocaravanas.
Sorprendidos desagradablemente pusimos rumbo a los Caños de Meca y
Barbate. En este último pueblo estuvimos tratando de encontrar algún sitio
tranquilo, y no en la playa, pero era de noche y no fuimos capaces. Nos metimos
en barriadas un poco “extrañas” y al final, desesperados decidimos acercarnos a
Vejer de la Frontera. Y
allí, en la carretera junto a unos restaurantes, encontramos un lugar tranquilo
donde pasar la noche. Eran ya las 21 horas y habíamos comenzado a las 17,30 a buscar un sitio.
Como Santa Teresa de Jesus, daba ganas de sacudirse el polvo de las zapatillas
y no regresar por estas tierras
Martes, 26 de de marzo. Zahara de los Atunes.
Rumbo a Vejer de la Frontera. Dejamos la auto en un aparcamiento a la
entrada del pueblo y ascendimos por sus empinadas calles dando un tranquilo
paseo disfrutando de este hermoso pueblo
blanco, de sus estrechas y blancas calles, de su muralla, de la judería....Bonito y tranquilo lugar.
Al regresar al aparcamiento veo que estaba abierta la oficina de turismo y entré a pedir información sobre la excursión más aconsejable por el Parque Natural de Barbate. Y aprovecho para soltar sapos y culebras sobre las prohibiciones de estacionamiento para autocaravanas. Así que me dio una dirección electrónica donde enviar mis quejas y sugerencias que ella personalmente se encargaría de tramitar a su vez al alcalde sobre el que yo dije que estaba, no para defender los intereses de los dueños de los camping, sino de todos sus vecinos lo que incluye dueños de bares, restaurantes, y otras tiendas donde nos dejamos nuestro dinero. Añado que este e-mail nunca fue respondido.
Al regresar al aparcamiento veo que estaba abierta la oficina de turismo y entré a pedir información sobre la excursión más aconsejable por el Parque Natural de Barbate. Y aprovecho para soltar sapos y culebras sobre las prohibiciones de estacionamiento para autocaravanas. Así que me dio una dirección electrónica donde enviar mis quejas y sugerencias que ella personalmente se encargaría de tramitar a su vez al alcalde sobre el que yo dije que estaba, no para defender los intereses de los dueños de los camping, sino de todos sus vecinos lo que incluye dueños de bares, restaurantes, y otras tiendas donde nos dejamos nuestro dinero. Añado que este e-mail nunca fue respondido.
Volvemos sobre nuestros pasos y regresamos a Barbate y de aquí a
unos 2 km
en dirección a Caños de Meco, aparece un pequeño aparcamiento a mano izquierda
donde comienza el camino hacia la
Torre del Tajo.
Dejamos la autocaravana en pequeño estacionamiento y bajo un cielo que amenazaba lluvia iniciamos un recorrido entre pinos y por una pista ancha que ascendía en suave pendiente y que en una hora más o menos nos dejó a los pies de esta torre. Pero para nuestra decepción no vimos apenas acantilados y las playas tampoco. Al parecer para disfrutar de ellos hay que andar más abajo, jugándosela, o preguntando a todo mundo que se cruzaba en nuestro camino conseguimos saber que a estas playas, algunas muy bonitas por lo que había podido leer, se podía llegar desde los Caños de Meco.
Dejamos la autocaravana en pequeño estacionamiento y bajo un cielo que amenazaba lluvia iniciamos un recorrido entre pinos y por una pista ancha que ascendía en suave pendiente y que en una hora más o menos nos dejó a los pies de esta torre. Pero para nuestra decepción no vimos apenas acantilados y las playas tampoco. Al parecer para disfrutar de ellos hay que andar más abajo, jugándosela, o preguntando a todo mundo que se cruzaba en nuestro camino conseguimos saber que a estas playas, algunas muy bonitas por lo que había podido leer, se podía llegar desde los Caños de Meco.
Así que pusimos rumbo a esta pequeña pedanía de Barbate, pero cuando
llegamos nos encontramos otra bonita señal igual a la de Conil que “prohibía el
estacionamiento a caravanas, autocaravanas o vehículos similares en TODO el
termino municipal”. Con intención de dar la vuelta, nos metimos por una
estrecha carretera que circulaba paralela a la playa pero de pronto se convirtió en un camino de cabras. Creíamos
que no cabíamos, así que pese a ser de
sentido único, nos dispusimos a dar la vuelta montando un hermoso tapón hasta
que el conductor de una furgoneta nos dijo que él estaba harto de ir por allí y
que cabíamos, así que ni cortos ni perezosos para allá que fuimos. Y efectivamente
era un camino de cabras que desembocaba en la carretera que habíamos traído.
Vemos algunas señales que indicaban las playas, pero ni había donde aparcar, además de la
prohibición, que nos podíamos saltar, pero sinceramente, no se nos “quedó el
cuerpo para ello”, así que una vez más sacudiéndonos el polvo de nuestra
autocaravana, regresamos por donde habíamos venido.
Por tercera vez en menos de 24 horas atravesamos el Parque Natural
de Barbate entre pinares para poner rumbo definitivo a Zahara de los Atunes a
ver si allí éramos mejor recibos que en estas últimas localidades. Además, ya
había acordado con la dueña de un
picadero la realización de uno de mis sueños: galopar por la playa.
Llegamos a esta tranquila localidad alrededor de las 14,00 horas y
nos fuimos a localizar a Graciela, la dueña de las cuadras, a la que encontramos al final de un camino en
un sitio algo cutre pero con buenos animales. Ansiosa por cumplir mi sueño, la
dije que cuanto más pronto mejor y que si quería a las 16,30 allí estaría, pero
me comento que a las 17,30 salía con un grupo grande y que a la puesta de sol
habría menos gente que nos impidiera galopar por la playa, así que acordamos la
hora en las 18,30.
Buscamos un sitio para comer y encontramos un aparcamiento en la
misma carretera de asfalto y junto a la playa, pero vimos lo que parecía ser
una autocaravana metida en la tierra, más adentro, y más cerca de la playa por
lo que nos dirigimos allí y encontramos un gran aparcamiento en primera línea
de playa y vacío. Luego nos dijeron que era privado y que en verano cobraban
pero que ahora era gratuito.
Comimos, descansamos y nos dimos un paseo por una hermosa y
gigantesca playa, tranquila, de arenas pálidas y aguas bravas agitadas por el
viento. Yo estaba sufriendo por que si bien a las 15,00 horas el cielo estaba
prácticamente despejado, poco a poco empezaron a aparecer nubarrones
amenazadores. Si bien no me importaba que lloviera, también era cierto que
podía empañar el paseo, pero llegó la hora y no parecía que fuera a llover. Me
puse el “uniforme” de montar, mis botas, mi casco y mis guantes pero a las
18,40 todavía no había regresado con el otro grupo. La impaciencia me comía
hasta que por fin apareció 5 minutos después con un gran grupo. Me dijo que
ella no iba a venir y que me acompañaría una persona que sabía por donde se
podía galopar.
En el último momento cambió de opinión sobre el caballo que iba a
darme preguntándome si no me importaba
que fuera grande. Por suerte para mí y gracias a la dureza de mi maestro y sus
buenas enseñanzas, ya no me importa demasiado el tipo de caballos que montaba
si bien solo pedía que tuviera lo mas importante para mí: ABS o buenos frenos; si
además tenía acelerador sensible, genial para no dejarse las piernas en un
caballo vago, así que lo demás me trae sin cuidado; eso sí, me gusta que me
avisen de sus “manías” y “miedos”, no me fuera a “cazar” con alguna de ellas y
cuando se asustan, sin conocer al animal, nunca sabes por donde va a salir. Por
ejemplo, éste tenía miedo a las cañas, las de pescar o cualquier cosa que se le
pareciera. Bueno era saberlo. Con evitarlas o permanecer alerta cuando las
viera podría ser suficiente. Y yo solo lo digo en condicional: ”podría”…
Casi a las 19 horas Bernardo, un joven adolescente, me acompañó
para cumplir mi sueño.
Subí sola a mi corcel cuya alzada era similar a mi altura y a
ciertas edades…ya no se sube, se “escala”, ayudándome a acortar estribos a los
que tuvieron que dar una vuelta ya que
soy paticorta.
Había pedido expresamente ir sola. No quería que mi ilusión se
viera condicionada por el ritmo de un
grupo, a parte de que nunca se sabía el nivel de la gente, porque no es el
primero que dice que sabe montar...y nada de nada por lo que todos se ven
obligados a seguir el ritmo del más torpe. Y así me lo comentó Bernardo que
entretuvo mi impaciencia por llegar a la playa con anécdotas como la uno que
dijo que sabía montar y le dieron un caballo árabe. Y nada mas subirse con el
sobrante de las riendas le arreó unos latigazos a ambos lados del cuello -como
se ve en las películas del oeste- y completamente previsible lo que ocurrió
después. Entre varias opciones, y de las dos más probables (arrancarse a
galopar sorprendiendo a su jinete, o que se pingarse -levantarse de manos o de
pies-) eligió la segunda y lo tiró al suelo. Me encantan los caballos árabes,
al igual que los españoles, pero tengo que reconocer que tienen sangre muy
“ardiente” y son más difíciles de manejar. Impetuosos y ardientes. A parte de
saber hay que tener buen temple.
Y en agradable charla llegamos en 5 minutos a la playa. Solo le
sabía preguntar una y otra vez que cuando podía galopar. Bernardo no estaba muy
convencido conmigo -realmente podía ser su madre por lo que esta afición no
concordaba mucho mi edad- hasta que algo temeroso, me dio la voz de partida
advirtiéndome de que fuera un galope controlado. Le respondí que era el que me
gustaba a mi: tranquilo, cadenciado...disfrutando. Y ...le puse los pies....y
voló, suavemente. ¡qué gusto!
Se deslizaba sobre la blanda arena y avanzamos fundidos ambos en
un galope relajado y cadenciado. Estaba realizando mi sueño!. Solo bastó poner
ilusión y algo de fuerza para hacerlo y es que tengo que confesar que el 7 de
julio del año pasado -sé que hablo mucho de ese día, pero fue especial- me di
cuenta de que todo es muy efímero, y que los sueños lo son aun más. Y este en
concreto más sensible aun ya que si algún día uno me daba un buen revolcón
podría no querer verlos ni en pintura o sencillamente el tiempo, que pasa inexorable,
y más en concreto, mi columna, me podría limitar e incluso impedir esta
actividad.
Bernardo se tranquilizó cuando me vio galopar segura y al “mando”
de mi caballo, confesando ahora su temor inicial y calificándome de buena
amazona.
Ahora me quedaba otra cosa por hacer: galopar salpicando el agua a
ambos lados. Pero mi caballo se resistía a
meter sus patas en el agua que debía de estar fría y se “defendía” de mi orden
levantando enérgicamente la cabeza. Pero
después de una corta lucha se rindió a mis manos y a mi insistencia. Bernardo
señaló una zona donde las olas morían suavemente deslizándose sobre la arena y
nos acercamos.
Y los cascos de mi caballo golpearon el agua haciéndola saltar a
ambos lados en cada tranco, cadenciado, sereno,… Es difícil describir lo que se
siente cuando cumples un sueño: por un lado tranquilidad, y por otra inquietud
y ansia de más. Quería galopar más, quería adentrarme más en el mar, salpicando
más agua...MÁS…
Pero Bernardo llevaba un tordo fuerte y con muchas ganas al que le
costaba controlar, por lo que, a pesar de que le dije que fuera él delante de
mí marcándome los ritmos, se negó y se mantuvo siempre detrás de mi grupa, para no enseñarle a su corcel toda la playa
abierta, así que reprimió también mis ganas de más y más. Curiosa inversión de
papeles: un adolescente controlando a una cincuentona…Galopamos, trotamos y paseamos
hasta el final de la playa lo que yo calculo que serían unos 3 km .
De regreso nos topamos con un grupo de novatos que volvía y al que
no pudimos sobrepasar. Los caballos, al tener comportamiento de manada,
pretender seguir al primero y si Bernardo o yo nos hubiéramos arrancado en un
galope, los demás le habrían seguido y aquello podría haber sido un pequeño
desastre, así que tuvimos que ir al paso todos juntos.
Cerca de las 20h estábamos de vuelta en las cuadras. Yo descendí
como lo hago desde hace tiempo en que mi corta estatura, sumada al tamaño de
ellos y al “apilamiento” de mis sucesivos años, me aconsejan hacerlo: saco
primero mis pies de los estribos, paso la pierna derecha por la grupa y la
sitúo junto a la izquierda, me agarro
con ambas manos a la silla y me deslizo suave y lentamente hacia el suelo hasta
que mis pies lo tocan. No era la primera vez que en el impulso de bajada casi
me había caído de culo, así que había aprendido viendo a mi amiga Inmaculada,
compañera de correrías hípicas y contemporánea en edad y casi en baja estatura.
Pero...había una señora, más joven que yo, que quiso hacerlo como en las
películas de vaqueros, pasó la pierna izquierda y se tiró, (y quiero pensar que
sacaría antes el pié izquierdo del estribo, por que si hubiera tenido las
piernas cortas se hubiera descoyuntado).
Así que nos la encontramos tirada en suelo apoyada contra un coche mareada y esperando a
que se la pasara el golpe y el susto. ¡qué inconsciente es la gente! Llevo muchos
años montando, y no me fío ni del mejor. Son muy grandes y tienen mucha fuerza,
pero lo más importante: están vivos. La gente cree que responden como los
coches o que es igual que en las películas....en fin. No sé como esta mujer, la
dueña del picadero, se atreve a tanto. Supongo que la necesidad aprieta.
Volviendo a lo mío...fue delicioso y ahora, 24 horas después,
cuando lo escribo, pienso que este sueño ha sido muy barato: tan solo me ha
costado 30 euros y una hora. . Si todos fueran así...Claro que quizás yo no me
pongo el listón muy alto y no pienso en los que no puedo realizar...como por
ejemplo y en relación con esto: galopar a lomos de un caballo árabe por las
dunas del desierto....difícil, no solo por el sitio, sino por encontrar un buen
caballo árabe y manejable y que además, que me dejaran montar....En fin...mejor
no ambicionar aquello que está fuera de nuestras posibilidades, aunque tampoco
descartarlo nunca.
Cuando llegamos intenté colaborar un poco, así que le quité su cabezada para sustituirla por la de
cuadra, pero la noche se echó encima y decidimos dirigimos a buscar un sitio
para dormir. Se entablo una dura discusión sobre el lugar ya que Angel no quería
que fuéramos a la playa si no al aparcamiento de asfalto. Una vez allí comprobó
que, además de estar en la carretera, estaba menos iluminado que el de tierra junto a la playa. Pero
seguía sin estar convencido así que ni corta ni perezosa le dije que iba a preguntar
en el cuartelillo de la Guardia
Civil pese a que, según él, estaba ridícula con el “disfraz
de montar” pero como él se negó, decidida lo hice yo por él. Llamé y llamé pero
nadie acudió. Luego vi un cartel con el “horario de atención al público” y
fuera de esas horas...el 062...Si no fuera porque por la discusión no tenia
humor, me habría entrado la “risa floja”.
Y terminamos en el aparcamiento de la playa pero junto a las
casas, al lado de un turismo, para ser más discretos. Y allí nos dormimos, acunados por el rítmico sonido
del mar al fondo, una suave música que nos arrulló y el olor intenso a mar....delicioso.
Pensaba que el paraíso debía de ser algo similar a ésto: una tenue
luz entrando por la claraboya, el rumor de las olas, una suave música acunándonos,
el olor intenso a mar ….y durante la noche, el golpeteo del agua de lluvia
sobre la claraboya....
Miércoles 27 de marzo.
Valdevaqueros.
El día amaneció claro con nubes blancas y altas. Antes de las 8,30
estábamos en la playa dando un estupendo paseo casi solitario por esta
impresionante y hermosa playa. Zahara es un sitio que nos ha cautivado por su sencillez.
No nos hemos sentido agobiados como en otros más turísticos y elegantes. Es
acogedor, manejable y tranquilo con turismo principalmente local.
Después de comprar pan y unos bollos pusimos rumbo a la playa de
Bolonia y a Baelo Claudia a donde llegamos sobre las 11.
El sitio es...indescriptible. La playa de Bolonia es de por sí
toda una belleza, enmarcada en una bahía tranquila de aguas serenas de color
azul, verde esmeralda y arena dorada, pero Baelo Claudia...es todo un lujo para
los ojos. Y el conjunto…mágico.
Tengo que confesar que he llegado hasta aquí empujada por la
curiosidad ante el comentario de un amigo nuestro, Rafa, que dijo que el sitio
era de una belleza espectacular. Rafa, tengo que decirte que tu gusto en este
sentido, coincide con el mío.
Baelo Claudia, ciudad romana, se extiende enmarcada por la desembocadura de
dos ríos y desde la playa asciende por una suave loma. A un lado de ella una gigantesca duna móvil de
doradas arenas que contrasta vivamente con el verde los pinos piñoneros que la
dibujan. Baelo Claudia tiene magia, el entorno es inmejorable, casi diría que único.
Sentada en las escaleras del tempo de Isis junto a una pareja de extranjeros
con la ciudad a mis pies extendiéndose y alargándose hacia el mar, solo pude
decir “beautiful” a una exclamación de ellos de “wonderfull” aunque me falto enfatizarlo aun
más con un “it's so beautifull...” o “impressive”. De todas las ciudades
romanas que he visto, ésta, sin duda, la mejor.
Su belleza y encanto consiguió atraparme de tal forma que ...me
emocionó y me puse casi a hacer pucheros. Ahora es como si el más pequeño
detalle me llegara al fondo y escarbara en mi corazón. No puedo evitarlo
y...tampoco quiero. Siento mas intensamente, mas profundamente, ….¿sigo con una
especie de “shock postraumatico”? Pues no lo sé, y sinceramente, poco me
importa. Me han dicho que “estoy blandita” y también es cierto que me siento más
vulnerable. Bueno, creo que es lo que me toca vivir en este momento y lo
acepto, pese a que sé que me causara más dolor en el futuro, pero creo que me
compensará.
Comentar como anécdota que la entrada es gratuita para los ciudadanos
de la U.E. lo
que me causó cierta perplejidad porque su estado de conservación era estupendo
y las instalaciones inmejorables, lo que cuesta una fortuna mantener como así
me lo confirmó la empleada que vendía las entradas (por cierto, en un papel muy
bueno y a todo color) cuando la pregunté porqué no cobraban una cantidad simbólica
sólo para cubrir su mantenimiento y conservación. Me dijo que coincidía conmigo
pero que la Consejería
de la Junta de
Andalucía pensaba que a la cultura no se le debe poner precio. Personalmente
pienso que se debe de tratar de
contribuir entre todos y con un precio simbólico, a su conservación y a la de
los puestos de trabajo que origina, directa e indirectamente. Nos comentaron que
en verano han llegado a tener en un día más de 1900 visitantes. Eso es mucha
gente y con 2 ó 3 euros por persona, que es poca cantidad, se pueden mejorar
muchas cosas. Y siempre se puede tener en cuenta familias o desempleados a la
hora de contemplar tarifas especiales para ellos. En fin, o ponemos un precio
excesivo a cosas que no lo valen, o dejamos pasar oportunidades como estas.
Baelo Claudia es una ciudad-factoría romana que nos sorprende por su estado de
conservación. Fue importante en la época por sus conservas y salazones, origen
de la salsa garum exportada al imperio. Fue saqueada por invasores
germánicos y árabes y finalmente un terremoto la destruyó. Data del de
finales siglo II a. C y alcanza su esplendor
en el I a. C y II d. C
El centro de visitantes es un enorme edificio que contiene un
museo. Desde él se tiene una bonita vista de las ruinas de esta ciudad
enmarcadas por el azul del mar al
fondo y la impresionante duna de la
playa de Bolonia a la derecha.
Nada más dejar el Centro de
visitantes se puede contemplar un canal del que fue el acueducto de la ciudad. Después
iniciamos un paseo por ella en la que se puede distinguir perfectamente el
foro, típico de finales de la
República y alrededor del que se ubican los distintos edificios públicos,
destacando en primer plano y en el lado sur la Basílica , edificio
destinado a la administración de justicia y una estatua de Trajano.
En la parte norte de este foro está el area monumental o religiosa, dominando claramente el centro cívico de la ciudad sobre una terraza más elevada. Está compuesta por tres templos simétricos, identificados tradicionalmente como triada capitolina, dedicada a los dioses Juno, Júpiter y Minerva. Pero además se añadió, junto a ellos, otro templo dedicado a la diosa egipcia Isis.
En la parte alta, más alejada del mar está el Teatro, edificación que aprovecha la media pendiente de la ladera para asentar su graderío. Tiene siete entradas o vomitorios que dan acceso a los diferentes niveles de la cavea.
Después de disfrutar de esta impresionante ciudad romana nos
dispusimos a dar un paseo por esta hermosa playa virgen de Bolonia hasta su duna.
Cuando llegamos a la base de ésta, mi pierna ya me avisaba pero Angel comenzó el ascenso y yo no quise quedarme atrás. La “penosa” subida por la duna tuvo su premio: una hermosa vista. Desde arriba nuestros ojos abarcaban un “mar de copas de pinos”, espectáculo de por sí impresionante. Pero además, se podían ver como las dunas habían “engullido” algunos pinos de los que se veía solo su “esqueleto”.
Mirando hacia atrás pudimos comprobar que no se trataba de una duna, sino de varias, aunque por la que habíamos ascendido era la mayor. Cerrando todo esto y como colofón, la bahía al fondo, la playa, el verde esmeralda del mar contrastando con el dorado de la arena...a lo que se sumaron en un momento puntual, unos amenazadores nubarrones grises que dotaron de una belleza especial a este mágico lugar. Todo un espectáculo único y maravilloso.
Cuando llegamos a la base de ésta, mi pierna ya me avisaba pero Angel comenzó el ascenso y yo no quise quedarme atrás. La “penosa” subida por la duna tuvo su premio: una hermosa vista. Desde arriba nuestros ojos abarcaban un “mar de copas de pinos”, espectáculo de por sí impresionante. Pero además, se podían ver como las dunas habían “engullido” algunos pinos de los que se veía solo su “esqueleto”.
Mirando hacia atrás pudimos comprobar que no se trataba de una duna, sino de varias, aunque por la que habíamos ascendido era la mayor. Cerrando todo esto y como colofón, la bahía al fondo, la playa, el verde esmeralda del mar contrastando con el dorado de la arena...a lo que se sumaron en un momento puntual, unos amenazadores nubarrones grises que dotaron de una belleza especial a este mágico lugar. Todo un espectáculo único y maravilloso.
Aunque de vez en cuando unas gotas de agua amenazaban con
mojarnos, no nos dejamos amedrentar y tranquilamente comenzamos el regreso pero
esta vez decidí, pese a la incomodidad de la arena, descalzarme y sentir el agua
fría del atlántico acariciando mis pies descalzos. Me remangué los pantalones y
me colgué mis playeras al hombro dejando que mis pies se hundieran en la arena
dorada y el agua los reconfortara.
Ya de regreso decidí acercarme a unos restaurantes cercanos. Había
unos tres y elegimos el del medio. El tiempo nos acompañaba y nos sentamos
fuera. Un lujo. El paraíso debe ser algo similar a esto: paz, el mar a mi
izquierda y de frente además de las ruinas de Baelo Claudia, la ensenada de
Bolonia al fondo y su duna. Como una sombrilla me tapaba en parte la vista,
pedí por favor que la retiraran, lo que hicieron amablemente y agradecí
eternamente por que mis ojos siguen aún conservando la belleza de este lugar.
Ahora podía disfrutar plenamente de este marco incomparable. Y todo acompañado con
unas croquetas de choco más que deliciosas, unas tortitas de camarones y un
choco en salsa con patatas fritas de morirse.
Lo dicho, estuve por unos instantes rozando el cielo. ¡Qué lugar más delicioso!. Un millón
de gracias, amigo Rafa.
Ya en la autocaravana nos tomamos una infusión y di una cabezadita
hasta que a las 16,30 decidimos iniciar la búsqueda de un sitio donde pasar la
noche.
Y aquí estamos a las 20,40 horas aunque llevo escribiendo ya más
de 90 minutos. En la playa de Valdevaqueros, acompañados por una docena de
autocaravanas mas frente a una señal que prohibe expresamente el
estacionamiento a bla, bla, bla....Pero hemos preguntado y gente de la tierra,
o cercana, nos dice que aunque ha venido la guardia civil, no dice nada y si lo
hace, nos avisa para que nos vayamos. Hemos decidido pasar lo que será nuestra
última noche aquí. Nos dicen también que el importe de la multa sería de 60
euros pero que lo normal, si lo hacen, es un aviso con el que nos iríamos a
Tarifa. Y perdonadme la expresión: ¡puto país de los cojones! ¡qué coño
molestarán unas autocaravanas que tratan de disfrutar de paz y tranquilidad!
¿No estará mejor la Guardia Civil
persiguiendo a auténticos delincuentes? …Voy a dejarlo que me caliento...
La noche nos ha envuelto ya en un lugar tranquilo y bello con una
hermosa y abierta playa de blanca arena. Escuchamos música. Yo escribo, Angel
lee y nuestra amiga peluda reposa en paz y confiada. Yo me confieso cansada.
Mañana iniciaremos el regreso. Unos 700 km nos separan de nuestra casa de piedra y
de nuestros hijos. Ya hasta mayo...Tenemos que hacerla algunos arreglillos
antes: ponerle el enfriador Neil, y también que nos terminen de arreglar la
alarma que no funciona y la sirena y tampoco parece que nos aclaremos con ella.
Para terminar el relato añadir que en nuestra búsqueda de un sitio
para dormir, nos enviamos a Punta Paloma. Y hacia aquí nos encontramos con una
sorprendente carretera en la que las dunas en su “caminar” la invadían constantemente,
por lo que las máquinas han de abrir paso creando unos muros a ambos lados enterrando pinos. Merece la pena avanzar por
ella, aunque hay que decir que pasadas
estas dunas, el asfalto aparece deformado por las raíces de los pinos convirtiendo
la autocaravana en una coctelera, para luego, estrecharse hasta tal punto que
nos recomendaron darnos la vuelta, lo que tuvo su dificultad organizando un
pequeño cisco de vehículos hasta que lo conseguimos.
Jueves 28 de marzo.
Boadilla del Monte.
Noche tranquila y estupenda, mañana gris, pero con unos colores especiales.
Decidimos darnos un paseo por la playa antes de partir. La imagen que todavía
conservo en mi memoria era toda una belleza. Aunque predominaban los tonos
plomizos, la luz se colaba a trozos entre las nubes iluminando retazos de la playa y del gris del mar. El
vapor del agua de las olas que reventaban en la orilla ascendía suavemente
quedando suspendido sobre el mar e iluminado por los tímidos rayos del
sol…Espectacular fotografía
Del regreso no hay nada que comentar, excepto que nos acercamos a
Tarifa, pero sin encontrar nada relevante iniciamos el regreso que hicimos
prácticamente de una tirada.
Boadilla del Monte, Enero de 2014
(la
finalización de este relato ha quedado “atrapado” por otros y otras
circunstancias demorándolo hasta 10 meses: primero, la proximidad del puente de
mayo, la preparación de la salida hacia
tierras de Burgos y después la elaboración del relato para aprovechar una
primavera espléndida por las lluvias del invierno, luego los últimos retoques
del viaje de Verano a Noruega y Dinamarca, el relato del mismo, la preparación
y el relato del viaje a Berlín en Noviembre y después y por último, el viaje de
las Navidades. Pero por fin, se concluyó)
Más imágenes
Almazara. Alcázar.(Jerez de la Frontera)
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